Críticas de arte

La pintura de Elisabeth Gimferrer es limpia y a la vez transparente, luminosa y atractiva, tierna y al mismo tiempo firme, que enamora. Hay detrás de cada pincelada la sensibilidad que imprime el misterio del instante visto con ojos críticos.
Abstrae lo que es justo para reflejar en cada ambiente lo necesario y también para que quien observa la obra se pueda sentir bien.
Su dibujo atractivo, bien hecho y organizado hace que se distribuya con sensibilidad cada uno de los elementos de la composición pictórica, que estén en su sitio.

Josep María Forcada

(Periodista y pintor)

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Pintar, ¿es un arte? Es una acción artística y, sobre todo, un don, una semilla que se lleva dentro y aflora más o menos temprano, pero que luego tenemos la obligación, el deber de cuidar y alimentar.

Se puede pensar que este proceso es placentero, pero si es sincero, se convierte en una lucha constante, y no siempre sus frutos son los que deseamos. Elisabeth Gimferrer, Eli, una amiga con mayúsculas, la artista que nos muestra su obra, sabe mucho de este proceso, lucha por la autenticidad y evolución de su obra, lejos de querer agradar solamente a través de una estética simple y decorativa.

Por eso es importante conocer la obra, pero también a la artista y nos daremos cuenta que las pinturas cogen otra dimensión aparte de la artística: la humana.
Con su pintura mediterránea y especialmente la luz brillante y cálida del Maresme, donde ella reside, colores que nos resultan familiares, en su obra cobran un cromatismo saturado lleno de texturas sobre una base de dibujo bien estructurada.

Es una pintura que nos transporta, que nos deleita la vista y también el corazón. Toda artista tiene la obligación de experimentar constantemente, a la vez que su obra más convencional crece, y Elisabeth tiene la valentía de mostrarnos en sus pinturas esa parte experimental, con nuevas texturas y trazos mas espontáneos.

La pincelada gestual, siempre procedente de un impulso interior sin resistencias de ejecución, y el frescor del colo,r convierten su obra en heredera directa de la estética mediterránea.

Alejandro Muñoz Edo

(Diseñador gráfico y fotógrafo)

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Hay dos cosas indispensables cuando alguien toma la decisión de elegir el camino de la pintura: visión e ilusión, y Elisabeth Gimferrer ha resuelto atravesar el umbral de esa franja que separa la mera objetividad de la realidad de esa otra cara del mundo, en la que las cosas se nos presentan desde su lado más interior y, por su ende, más increíble.

Es una cuestión de complicidad sólo entendida y asumida en su más elevada aceptación de la palabra: complicidad, sacrificio, humildad. No resulta baladí el orden ni pretende una vana musicalidad etimológica. Es el espíritu de la pintora que quiere abarcar sin demora ni superfluos ese camino: sufrirlo, amarlo, aprender su fisonomía, escrutarlo y en todo caso vivirlo.

“Nada es como es” restituye de la realidad esa inacabable fertilidad que provoca constantemente la mirada de la pintora, y ella parece haber entendido el alcance de esa máxima, renunciando como sólo un artista debe hacerlo a la realidad formal del mundo que nos rodea. ¿Disciplina?, sí, pero no exenta de pasión.

Observando sus obras, la simbiosis que antes hemos mencionado empiezan a tomar significado en cuanto se puede apreciar que la mirada a rebasado el umbral de lo que el “ojo mira” y lo “que el ojo ve “. Permitirme aclarar que esas sutilezas no son gratuitas tampoco, ya que es la fuente que el pintor debe posicionarse sin reservas.

Me atrevo a afirmar que la ilusión, esa otra cualidad imprescindible de un artista, es ya patrimonio del corazón de esta pintora que desea reafirmarse en la pintura y abrazar su belleza, expresarla, hacerla razón de su vida.

Plácido Dominquez Luque

(Licenciado y doctorado en Bellas Artes)

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